LOS OJOS DE SARA PALACIOS VISTOS POR OTROS OJOS Xavier Oquendo Troncoso

¿Quién es esta mujer que ha creado universos en medio de sus quehaceres obligados, en medio de su vida reflexiva a saltos, para emprender una vida que le ha hecho madre de sus todos y de sus todas?
¿Quién es esta mujer que se abraza a sí mismo, mientras se asombra tratando de comprenderse en la docilidad de sus manos y se prepara la vida en medio de los espacios que interviene?
¿Quién es esta mujer que triunfa en medio de un cotidiano asunto masculino de vivir casi al filo del peligro de la repetición y el desencanto y el vacío?
¿Quién es esta mujer que se mira por dentro, que le agradece a la causalidad el ser su cómplice para poder justificar las hazañas de su arte?

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Recuerdo siempre que Paco Tobar García, en los maravillosos prólogos que escribió para algunas de las más importantes poetas de este país, comenzaba sus textos preguntándose ¿Quién es esta mujer? Y yo he tomado prestado su introducción para referirme a la Sara Palacios y a sus mujeres. Y de la pregunta a veces, y cada vez menos, puedes salir algunas Respuestas:
Será ella la que pudo romperse en medio del arte y se hizo una seria de personajes a la que le preocupa otras formas y otros devenires y que siempre está en constante trabajo.

Alguna vez una escritora me contó que ella sentía que cuando observaba el mundo, antes de borronear sus palabras en el papel, lo hacía, no desde los ojos, sino desde unas antenas que le frotaban directamente del cerebro hasta la corteza cerebral y que luego salían hasta el cuero cabelludo y comenzaban a miras las cosas. Así lo dijo también, en otro estilo y hace 300 años, Sor Juan Inés de la Cruz, alguna vez: “Óyeme con los ojos”, como desaprobando la función de los sentidos. Y así me he dado cuenta, también, que puede ser el trabajo de Sara Palacios frente a cualquier manifestación de su obra artística. Desacraliza las funciones de los sentidos.

Tuve la suerte de conocerla y ser su amigo hace algunos años. Fue el poeta Ulises Estrella, de quien fui su alunmo intermitente, quien me la presentó en alguna de esas charlas estilo peripatéticas que hacía. Ulises, el poeta y cineasta, fue una suerte de maestro socrático que nos reunía en su oficina a manera de clase circular y nos hablaba con conciencia y razón de la “interestética” y sus valores. Y tuvo siempre una alumna favorita que se llama seca y fuertemente “La Sara Palacios” y que era escultora y pintora y dibujante y poeta y hasta tenía visos de cineasta y arquitecta y, sobretodo, intervenía gratamente en todos los espacios del arte, en todas las manifestaciones posibles donde el pensamiento, la creación y el talento se juntan.

Ella es como su casa: un “espacio vivo”, a la manera de la gran Clarisse Lispector cuando se refiere al mar y al lenguaje afirmando que los dos son los animales inertes más vivos que existen.

La mujer, la historia y el arte siempre han sido preocupaciones en el universo creativo de Sara Palacios. Nos ha hecho partícipes siempre de esas exposiciones en donde la formación física de un ente escultórico se deforma en un ente de pensamiento, pasando y colándose por la historia.

En esta ocasión nos presenta una muestra escultórica y unos dibujos de mujeres prehispánicas: Las Valdivias y las Quilago, todas ellas conectadas a través del tiempo, y que son portadoras de la esencia enorme de la verdadera lucha oficiante de la mujer: ser la matriz de todo (de la vida, de la seguridad, de la comida, de las visiones, de los encantamientos, de las particularidades y de lo demás que nos hace vivir).

Sin embargo, y pese a que pareciera que me estoy contradiciendo, yo no hallo en Sara Palacios un indicio que demuestre que ella es defensora de la mujer como una feminista compulsiva. No le hace falta ser feminista ni ponerse a defender banderas ni divisiones ni islas griegas utópicas, ni convencionalismos de mujer. No. Ella sorbe, extrae, entiende que la mujer y sus “ojos que escuchan”, que ven que sienten, que exploran por todos lados, resultan eficaces a la hora de construir su realidad estética, su estilo particular.

Dibujante de la arcilla y pendiente del horno que la queme y luego de la intervención de la figura que logra concebir extrayendo de ella los mejores hallazgos de su propio asombro.

En una pieza de Sara Palacios están escritos los pormenores de su corazón y del corazón del resto: asombro y novedad serán sus consignas.

Las auténticas, únicas y bellas piezas que conforman estas esculturas tienen siempre un hilo conductor que seduce, cada una está hecha desde una matriz diferente, desde un concepto pensado y vuelto a repensar: busquen por ejemplo, entre la muestra a la mujer Valdivia que parece una lechuza filosófica o a la Valdivia que se muta en cambios de piel y que se somete a la transformación desde el pensamiento y las miradas o a la mujer que se mira por dentro y que para ello se parte, de descompone, se desatomiza, para encontrarse desde las entrañas hacia fuera, desde los huecos que forman su espacio interior, como una caverna platónica. O a la Quilago que siempre es refugio y matriz y que siempre está corporeizando su espíritu protector desde la carne de su carne que permite ser la casa de todos y de su propia casa, o a la Quilago que es varias mujeres que trabajan la vida desde el grupo, desde el cosmos de varias cabezas, desde sus perspectivas en conexión, mirando desde una torre el engranaje de vivir y de pensar en el vivir.
Todas fueron guerreras, porque el mundo nunca ha dejado de ser épico, no ha parado la guerra, y por más que lo hemos deseado, nadie se ha podido bajar del mundo para embarcarse en los barcos de paz.
El mundo siempre estuvo y estará en guerra y por eso el arte es un camino hacia la inconformidad del artista.

Ningún gran artista puede hacer durar su satisfacción o conformidad más de un minuto. Luego de su trabajo inauditamente bello o profundamente célebre, el artista debe caer en las redes de la inconformidad y saber que de allí, de esa guerra, de ese espacio interior saldrá la nueva obra.

Todos los admiradores que tiene Sara Palacios le deseamos mucha insatisfacción para que siga creando siempre.
Su corazón de Valdivia/Quilago y ese dolor de saberse cómplice de ellas y de lo que la heredaron, tal vez junto con Sor Juana Inés de la Cruz, crearon su corazón de batalladora del espíritu.

El alma de Sara Palacios está siempre al servicio de la intervención de cualquier material, de cualquier rasgo que sirva siempre para construir sobre lo que parece nada y que termina en el algo.

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Termino recordando algo que, probablemente, les pueda parecer banal y absurdo, pero que para mí representa la verdadera alma de un artista. Y de Sara en especial.

Hace un tiempo invitamos a Sara Palacios a tomar un café con queso y galletas. El queso que servimos estaba cubierto de una cera anaranjada. Mientras partíamos la redondez del queso, la cera se desprendía del producto y ella la comenzó a acercar a su plato. Mientras hablábamos y nos reíamos con verdadero entusiasmo (una de las virtudes de Sara es su sentido inteligente del humor), Sara tomaba la cera del queso e iba construyendo figuras: hizo diminutas valdivias, patitos, pájaros, unas pequeñitas rocas a las formaba con la cuchara con que antes removió el café. Y dejó una mínima colección de pequeñitas piezas escultóricas mientras la tarde pasaba y la risa se prolongaba. Esto lo hacía en medio de la inconciencia. Es decir ella trabaja siempre, está en constante movimiento, formando un mundo.

Desde ese día pensé que Sara Palacios era una artista oficiante total, que no tenía otro oficio que formar de la nada, una materializaciòn concreta y que todo lo que esta, supuestamente, para el no uso, ella lo vuelve usable.

Creo que Sara Palacios es una artista total, con antenas, y con fuerza.

Respondiendo a la pregunta, entonces, con la que empecé: ¿Quién es esta mujer? la respuesta está en esta casa, en esta exposición y esos detalles que la vuelven una especie de dilatante de la materia.

Espero de todo corazón que los dioses de las artes protejan a Sara Palacios para bien de nuestra vida sensible y de su radiante corazón de arcilla, por donde salen las formas que la deforman.

Ni más ni menos.

Quito, 3 de marzo de 2018

SARA PALACIOS EXPOSICION MULTIOJOS

MULTIOJOS I “En Valdivia Al filo del mar se atisba el mundo” Sara Palacios.

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